Igual a muchos el nombre de
Go no les suena a nada.
Es un juego asiático muy tradicional donde dos jugadores tienen que
colocar piedras negras y blancas sobre las intersecciones libres de una
cuadrícula que puede variar de tamaño según el nivel de la partida.
Parece sencillo pero este juego tradicional chino tiene una
grandísima estrategia al margen de usar unas reglas realmente sencillas.
Para los estudiosos en la creación de inteligencia artificial para
crear programas de juego por ordenador, es un equivalente al ajedrez.
Si con Deep Blue,
y toda la polémica alrededor, vimos que la máquina pudo batir a uno de
los mejores jugadores de la historia. Crazy Stone viene para afirmar que
él también ha ganado al mejor jugador de Go.
Go, de la tradición oriental a los algoritmos de ordenador
Dicen los historiadores que el primer registro del que se tiene constancia de Go data del
año 548 antes de Cristo en China.
Lo cierto es que no queda muy claro cuál es la historia de este juego
de mesa ya que los datos son erráticos y se barajan varias hipótesis.
Hay incluso quienes sostienen que el juego fue creado por un consejero
del emperador Yao para enseñar disciplina a su hijo.

Otros señalan que sus orígenes podrían estar entre los militares como
una forma de practicar estrategia y llevarla posteriormente en combate.
Los años pasaron y con, por fortuna, un registro más cuidadoso ha
logrado ir dando forma a este juego que empezó en China y se fue
expandiendo a otros países como Corea y Japón.
Jugado por la aristocracia, el juegos se convierte en
uno de los mayores desafíos intelectuales de la época
y quienes ganaban estaban considerados en muy alta estima. De hecho,en
la época de la unificación de Japón había un ministro dedicado
únicamente al Go y varias escuelas que se dedicaban a enseñar el arte de
este juego milenario.
Como decíamos,
sus reglas son sencillas: ir
colocando fichas en las intersecciones de una parrilla de 19×19 y
“ganarle” piezas al rival. Dicen los expertos en la materia que la
estrategia es muy compleja y está a la altura de otros grandes juegos de
mesa como el ajedrez u othello. Dicen también que la complejidad de las
jugadas es tal que el número de jugadas posibles es superior al número
de átomos en el universo conocido. Un poco exagerado quizás pero ahí lo
tenéis.
El desarrollo del software de Go ha tenido un desarrollo más reciente
que el del ajedrez. En este último juego de mesa tenemos ya programas
que son auténticos rivales a batir, véase el caso de Deep Fritz por
ejemplo. Hasta la fecha, la mayoría de los programas sólo competían en
tableros de 9×9.

¿Por qué este tamaño y no 19×19 como los profesionales? Muy sencillo:
el algoritmo debe ser mucho más complejo todavía. En una partida de
ajedrez, lo normal es que en cada turno se puedan realizar unos 37
movimientos de media. En el caso de Go, en una partida profesional en el
tablero más grande suele andar entre
150 y 250 posibilidades, rara vez baja de los 50.
El número de posibilidades es muy alto y crear un algoritmo que se
adapte al estilo de un jugador profesional de alto nivel no es fácil. No
sólo por el desarrollo del software sino por la necesidad de
crear un hardware que sea capaz de hacer tantos cálculos de forma relativamente rápida. Con el tiempo se han ido mejorando y ya hay programas que se atreven a jugar en un tablero grande.
El ordenador contra “el ordenador”
El Go es un juego de mesa bastante curioso. No sólo por su
complejidad sino por la forma en la que establecen los rankings. Como si
fuera kárate, encontramos diferentes danes y rangos que establecen el
nivel de habilidad de cada jugador. De entre todos los fanáticos y
profesionales de este deporte destaca una figura por encima de todas: la
de
Ishida Yoshio.

Nuestro protagonista nació en 1948 y en los 70 se convirtió en una
leyenda al ganar el título Honinbo durante cinco años seguidos. Es
decir, el torneo más prestigioso de Go en todo el mundo. De hecho,
originalmente en Japón de la época Edo era un título que se heredaba de
un maestro a otro. Una máquina en toda regla, no en vano su apodo era
“El ordenador”.
Si jugadores como Ishida Yoshio practicaban y jugaban para ser
jugadores mundiales de renombre, otros analizaban las partidas de estos
profesionales para crear al jugador perfecto. Alguien que no cometiera
errores, que escogiera la mejor estrategia aunque a corto plazo pudiera
suponer un mal movimiento. Tras muchas horas de entrenamiento, léase
desarrollo,
este nipón se encontró con una piedra en su camino.
Resulta curioso que un software de Go se llame
Crazy Stone.
Es cierto que su habilidad jugando es una locura pero no hay nada de
demencia en los movimientos de esta máquina bien engrasada. Este
software fue desarrollado por Rémi Coulom y tras ganar dos veces el
mayor torneo de inteligencia artificial de Go, decidió batirse con uno
de los mejores jugadores del bueno. ¿Sabéis ya de quién hablamos, no?
Exacto, Ishida Yoshio.

Nuestro protagonista, como decíamos antes, era una auténtica máquina.
No sólo ganaba a los mejores jugadores del mundo sino también a los
programas de ordenador más sofisticados. De hecho, antes de enfrentarse
con Crazy Stone logró ganar a
Zen, otro software con mucho prestigio en el mundillo que rodea a Go.
Comienza la partida y a Yoshio le empiezan a sorprender algunos
movimientos de su rival virtual. El algoritmo se mueve entre lo que
parece una estrategia alocada y por otro lado una posición
ultraconservadora donde busca que el japonés le gane las mínimas fichas
posibles. La partida avanza y llega a su fin: Crazy Stone gana por sólo
2,5 puntos.
Posteriormente, en una entrevista, Yoshio se declara fascinado por la
capacidad del software de analizar la partida y sobre todo de no perder
la calma en ningún momento. Es cierto que hay momentos donde parece que
hace malos movimientos pero
al final logra hacerse con la victoria pensando más en lo que pasará que en lo que está ocurriendo en ese mismo momento.

Una cosa que siempre me ha fascinado de los juegos de mesa es la
relación que tienen los jugadores con los sistemas de inteligencia
artificial. Más allá de su no existencia, para ellos —los de carne y
hueso— son un rival más a batir. No importa que vivan dentro de una
CPU
y que no puedan mirarle a los ojos, la interacción entre ellos, y la
forma en la que hablan de, dejan entrever que la relación que hay entre
ellos va más allá.
Como en el ajedrez, es innegable la pasión de los jugadores y su
forma de entregarse en las partidas. Esta vez, parece que Crazy Stone
está libre de polémica y no ha habido manipulación de software alguna o
un bug en el algoritmo de juego. Todo salió bien y además de ganar a
este noveno dan en Go también pudo obtener la revancha contra Zen y
volver a
convertirse en el mejor jugador artificial del mundo.
Si os apetece probar vuestra habilidad con Go,
existe una aplicación para Android
con el algoritmo de Crazy Stone. Merece la pena darle una oportunidad
si tenemos algo de pericia con este juego de mesa. Mientras, la máquina
seguirá perfeccionando su técnica para ganarnos al
hockey de mesa,
al ping pong e incluso
dar una charla en el TEDx.